Sobre el levantamiento del Chimal hay que decir varias cosas, una de ellas es que forma parte de las tradiciones otomí-chichimecas que le valieron el nombramiento de la Unesco. Este año la celebración se suspendió por la emergencia sanitaria. Sin embargo, las crónicas de fiestas anteriores pueden refrescar de una manera muy viva la memoria.
En 2009 la Unesco declaró como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad esta región bajo el título de: “Lugares de memoria y tradiciones vivas de los otomí-chichimecas de Tolimán: la Peña de Bernal, guardiana de un territorio sagrado”. El criterio principal de dicha denominación es que el pueblo otomí-chichimeca ha mantenido una religiosidad ligada a la naturaleza, ha conservado su lengua, su organización social, su gastronomía, su paisaje y sus expresiones culturales a lo que ellos llaman “el costumbre”, caracterizadas por un profundo sincretismo religioso. Todos estos rasgos se traducen en su propia cosmovisión en donde la relación entre cultura y naturaleza se hace patente en sus creencias, en sus fiestas patronales y en sus rituales, que llevan a cabo en sus capillas familiares y en peregrinaciones a los lugares sagrados. Es por ello que decidí viajar en septiembre a San Miguel Tolimán, para conocer y vivir una de las fiestas patronales más importantes de este entregado pueblo. Llegué a la plaza de San Miguel Tolimán, en donde conocí a don Erasmo Sánchez Luna, rezandero y cronista, quien se ha dedicado a rescatar la historia oral y a la recuperación de “el costumbre” del pueblo.
Sonajas y machetes
Era el 26 de septiembre y el tronido de los cuetes en el cielo anunciaba el inicio de la peregrinación de las cuadrillas de danzantes de la Conquista. Animadas por la música, las cuadrillas Del Molino, Casas Viejas, Higueras y de las Lomas tomaron camino rumbo al poblado de Tierra Volteada, en donde se encontraron con la cuadrilla de danzantes de San Miguel, y juntos ascendieron al templo del Santo Niño de Atocha. Cada cuadrilla de danzantes lleva consigo su imagen de San Miguel, que junto a la cruz del Divino Salvador de Nagui, se colocan rodeadas de flores fuera del templo, en donde el pueblo se reúne para entregar sus ofrendas.
El ambiente es colorido y de gran algarabía. Los danzantes, acompañados de la música de la tambora, el tambor de redoble y la música del violín, representan diversos episodios de la Conquista de México agitando sus sonajas y chocando sus machetes. El grupo de españoles es dirigido por Cortés y Alvarado y el de los indios por el monarca azteca que puede ser Moctezuma, Cuauhtémoc o la Malinche, y su segundo de abordo: el Chimal, una maravillosa estructura de 23 metros de altura. Al finalizar las danzas, el cura oficia la misa y comienza la convivencia con la comida tradicional organizada por los xitales.
Al día siguiente, el Chimal espera su gran momento. Su armazón está hecho de carrizo que se extrae de los ríos de la localidad, atado con cuerdas de ixtle. Se recubre con adornos circulares llamados chimales, palabra de origen náhuatl que significa “escudo”, los cuales están hechos con cucharilla de sotol. Los encargados de la preparación del Chimal son los xitales, responsables de bajarlo y subirlo, así como cambiar las cuerdas que sujetan los dos enormes troncos de más 20 metros traídos del cerro del Zamorano. Las sogas se van atando y tensando, jaladas con fuerza por el grupo y se van rociando y humectando con chorros de aguardiente.
El turno de San Miguel
Una vez que el Chimal está listo, tiene lugar la procesión del santo patrono San Miguel. Con gran devoción la comitiva sale de la iglesia y se traslada la imagen frente al gran Chimal, en donde los mayordomos ya lo bendijeron sahumándolo con copal. Posteriormente, los xitales mueven la monumental estructura y la colocan en el atrio del templo frente a los altos postes, en donde el cura le da la bendición a los cargueros, a la gran ofrenda y al pueblo de San Miguel que, con gran emoción, se reúne alrededor del Chimal para decorarlo, amarrándole frutas, flores, pan, tortillas de colores, mazorcas, estandartes con la imagen del santo patrono y banderines de papel. Entre nubes del copal y gritos de la multitud, comienzan a rociar y bañar el Chimal vertiendo garrafones de aguardiente y botellas de tequila, creando una atmósfera mágica y embriagante (esto se hace para que no se caiga y no le falte la fuerza).
El momento culminante
Todos se agolpan en la base de dos enormes postes y a manera de polea, los xitales y sus ayudantes comienzan a jalar dos gruesas sogas que levantan poco a poco al Chimal, metro a metro se alza frente a los ojos del pueblo de San Miguel Tolimán que, con gran devoción y emoción, disfruta del espectáculo religioso. En medio de un gran frenesí, entre gritos y empujones, los hombres jalan con fuerza de las sogas; los más osados saltan sobre la multitud colgándose de las cuerdas, mientras otros escalan por los peldaños de los postes cuidando que la estructura no se atore o sufra daños. Mientras tanto, los más temerarios amarran y fijan la estructura en los confines del cielo, ahí donde se elevaban las plegarias de los san migueleños. Una vez que el Chimal está de pie, los cargueros sacan en procesión la imagen de San Miguel y las cinco cuadrillas de danzantes se reúnen en el atrio de la iglesia para bailarle a “San Miguelito”.
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