Silverio Pérez, a quien llamaban "El Faraón de Texcoco", ha sido el torero más querido por la afición y el pueblo mexicano.
Por su estilo y sencillez, Silverio Pérez, a quien llamaban "El Faraón de Texcoco", ha sido el torero más querido por la afición y el pueblo mexicano, lo importante de "El Faraón de Texcoco" no fue el haber sido figura del toreo en la década de los cuarenta y cincuenta, ni el número de corridas en las que actuó (372). Lo trascendental fue su aportación a la tauromaquia, en la perfección del temple y que su forma de torear rompió con los cánones de esa época.
Nacido en Pentecostés, municipio de Texcoco, en 1915, al año emigró la familia al Distrito Federal; corrían buenos años hasta que en trágico accidente carretero, cuando Silverio tenía sólo siete años, murió su padre. Comenzó un periodo difícil para los Pérez. Doña Asunción, la madre, murió en 1929, cuando Silverio tenía 14 años.
Silverio interpretaba el toreo adelantando el engaño y jalando al toro, cosas impracticables en esa época. Al embarcarlo le daba el mínimo espacio para que la res brava fuera prendida del capote o la muleta sin tocarlo. Así, alargaba dramáticamente el tiempo, que es el gran riesgo en el trazo de la suerte, y al ejecutarlas acompasadamente le daba una nueva dimensión al temple. Además, reducía de una manera increíble el ámbito entre astado y torero, formas que en ese tiempo eran desconocidas. Sobre todo, con cornúpetas cuya fiereza y violencia no estaba reducida como en la actualidad. Hasta hoy, nadie ha superado la dramática realización de sus artísticas chicuelinas, sus derechazos y trincherazos.
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