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El macuahuitl, la brutal arma azteca



El conquistador español Cristóbal de Olid cabalgaba acompañado de otros invasores cuando un guerrero azteca, armado con un palo provisto de incrustaciones de obsidianas afiladas, le salió al paso para asestarle con aquel brutal instrumento bélico un duro golpe a su caballo abriéndole el cuello.


La bestia cayó muerta al suelo, más guerreros llegaron a ese lugar provistos con el mismo tipo de arma usándola para masacrar al resto de los corceles y jinetes. Aquel temible artefacto se llamaba macuahuitl.


Su existencia fue documentada por cronistas españoles y también aparece en los códices prehispánicos, no obstante, ha sido una pieza escurridiza para los arqueólogos porque casi ninguno se ha encontrado en excavaciones, amén de que las únicas dos piezas existentes desaparecieron: una por un incendió y la otra en una bodega del Museo Nacional de Antropología e Historia.


El macuahuitl medía entre 70 y 80 centímetros de largo, debido a su peso tenía que ser tomado por los guerreros con ambas manos, de ahí que los conquistadores los describieran como “espadas de dos manos”.


Fue el arma principal de la lucha cuerpo a cuerpo en el periodo mexica, cuenta para México Desconocido el investigador de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), Jorge Bertín Nicolás Salazar, quien a la vez pertenece a un programa de arqueología experimental, que consiste en reproducir armas prehispánicas para usarlas y realizar teorías sobre cómo era su uso en el campo de batalla.


Recientemente proveyeron a especialistas en artes marciales de reproducciones de macuahuitls, todos coincidieron en que se requiere de un entrenamiento constante para la manipulación de este objeto, por lo que deducen que los guerreros aztecas debieron empezar desde muy temprana edad en la práctica del instrumento.


La arqueología experimental descrita en el párrafo anterior y que es aplicada por Jorge Bertín Nicolás y otros investigadores, permite echar abajo las teorías de arqueólogos de antaño que creían que el macuahuitl no servía para nada porque las navajas de obsidiana se rompían con facilidad haciéndolo inservible.


“Hoy sabemos por nuestros experimentos que las navajas de obsidiana pueden duran muchos golpes sin romperse”.


Otro arqueólogo llamado Marco Antonio Cervera expone que efectivamente las navajas llegaban a romperse, pero dejaban microlascas incrustadas en la carne de las víctimas, lo cual hacía de las heridas algo de difícil curación.


El mismo investigador indica además que es muy probable que los aztecas llevaran consigo navajas de repuesto. Los estudios sobre esta arma apenas empiezan.

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