Al sur-oriente de la Ciudad de México los chilacayotes son usados para formar calaveras para el Día de Muertos, pero ¿qué hay detrás de este ancestral fruto?
Los chilacayotes eligen octubre para surgir silvestres en chinampas y cerros del sur-oriente de la Ciudad de México. Desde el tiempo de nuestros abuelos son arrancados en esta época por gente que los lleva a vender a plazas públicas, calles y mercados.
Una vez comprados, adultos, adolescentes y niños provistos de cuchillos se disponen a formar en ellos perforaciones que simulen los ojos, nariz y boca de un cráneo humano, luego los escarban para sacarles tanto la pulpa como las semillas, para al último, colocarles una vela de parafina en el interior.
Con estas calaveras de chilacayote los más jóvenes tienen el permiso de ir a pedir de casa en casa golletes, alamares, mandarinas, cañas, camotes, plátanos y todo aquel alimento que la gente haya colocado en las ofrendas para el goce de sus difuntos.
Durante el recorrido van alegres iluminando con sus chilacayotes el camino marcado por las estrechas calles de Tláhuac, Milpa Alta, Iztapalapa, Xochimilco. Muy pocos de ellos saben que dando uso al chilacayote ayudan a preservar y mantener vigente este fruto usado en ritos mortuorios cientos de años atrás por los pueblos nahuas, quienes lo llamaban tzilacayotli.
Un vestigio de ello se encuentra en algunos pueblos originarios de la Ciudad de México y el Estado de México, en donde conservan la tradición de colocar una chilacayote partido por la mitad debajo del féretro de un difunto, para que, combinado con vinagre, arena, cal y pedazos de ladrillo, absorba los malhumores del finado y así no se dispersen entre los asistentes al novenario.
Desde antes de la llegada de los españoles con los tzilacayotli, los naturales construían vasos a los que llamaban chalchihuhxcalli que eran usados para beber agua por aquellos que padecieran enfermedades consideradas mortales, beber de estos cuencos era a la vez venerar a los pequeños dioses conocidos como tepictonton.
El tzilacayotli partido por la mitad se parece a un chalchíhutil, gemas preciosas usadas muchas veces en los códices como metáforas de lo bello y valioso. Por eso al chilacayote y al chalachíhutil se le consideraban objetos similares tanto en lo valioso como en lo mágico y religioso, hasta aquí dejaremos los significados de este fruto.
Otro de los pueblos en donde el chilacayote es convertido en calavera es en Tepoztlán, estado de Morelos, que en la actualidad parece un pueblo que tiene poco relación con la zona de Xochimilco, aunque fueron los xochimilcas quienes en el siglo X extendieron su reino a tierras tepoztecas.
De ahí el uso de chilacayotes para “pedir la calavera” brinca a Janitzio, Michoacán, en donde se utilizan chilacayotes más grandes que en lugar de traer la tapa por la parte de atrás la portan en la parte superior.
Ahora tienes un pretexto más para internarte en estos pueblos para seguir maravillándonos con México.
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