María Izquierdo nació en San Juan de los Lagos, Jalisco, en octubre de 1902. Proveniente de una familia de clase media-baja, María sufrió desde una edad muy temprana de la violencia de género: a los 14 años fue casada contra su voluntad con un militar, con quien tuvo tres hijos.
Durante esta época, María Izquierdo vivió en Aguascalientes, Saltillo y finalmente en la Ciudad de México, donde se estableció en 1923. Cinco años más tarde, María Izquierdo ingresó a la Academia de San Carlos, producto de su inquietud y carácter, donde tuvo una meteórica carrera que culminó de forma prematura por dos motivos:
Sus habilidades, entonces inéditas para una sociedad abiertamente machista donde el arte también era una actividad de la que las mujeres eran comúnmente excluidas, fueron mal recibidas por los estudiantes y María Izquierdo era comúnmente violentada por sus compañeros, especialmente después de que durante una muestra en 1929, Diego Rivera (entonces director de la Escuela Nacional de Bellas Artes) designara su obra como la de mayor proyección y talento.
Además, María Izquierdo asistió a los cursos de Germán Gedovius, pionero de la pintura moderna en México y maestro de Saturnino Herrán o el mismo Diego Rivera, que notó el talento de la pintora jalisciense por encima de sus contrapartes masculinos y consideró que María Izquierdo no requería asistir más a la Academia dadas sus condiciones técnicas.
La exposición de María Izquierdo en el Art Center
Después de exponer en conjunto con su entonces pareja Rufino Tamayo a finales de 1930, María Izquierdo inauguró su primera muestra internacional en el Art Center Nueva York, convirtiéndose en la primera artista mexicana en exponer sus obras en el extranjero.
La exposición consistió de 14 obras y marcó el despegue de su carrera como pintora, en ese entonces influenciada por Tamayo, pero con un profundo sentido de género que más tarde habría de explotar al máximo.
María Izquierdo y el feminismo
Aunque la totalidad de su vida y obra aún no se han analizado desde la perspectiva y los estudios de género, María Izquierdo dejó patente su profundo interés por revertir la condición de las mujeres en el México posrevolucionario.
Una época en la que el arte en México era monopolizado por las figuras de Rivera, Siqueiros y Orozco, artistas consagrados y auspiciados por los gobiernos posrevolucionarios que apostaron por el muralismo en busca de una identidad nacional con la intención de forjar un discurso patriótico y propagandístico a través del arte.
La mujer, el tema central en la pintura de María Izquierdo
María Izquierdo rompió con la iconografía de los muralistas que solían plasmar a las mujeres con un carácter maternal y enfundadas en conceptos como libertad y patria y en su lugar, colocó a su género tanto en acciones protagónicas entonces concebidas como masculinas, como en retratos melancólicos que abundan en temas de naturaleza muerta, paisajes y esbozos del surrealismo.
La pintora también tuvo una época en 1932 donde pintó distintas series inspirada por las artes circenses en las que las protagonistas eran mujeres. Un año más tarde y tras terminar su relación con Tamayo, Izquierdo estudió con detenimiento el desnudo femenino, llevándolo a ocupar un lugar central de su obra acompañado de ambientes oscuros y contrastantes.
Los murales que jamás existieron
Después de una gira por Sudamérica, María Izquierdo volvió a México como una pintora consolidada cuya obra era bien conocida en el continente americano. En febrero de 1945, la noticia de que María Izquierdo había sido comisionada por el gobierno capitalino para realizar un mural en el Antiguo Palacio del Ayuntamiento levantó una expectativa sin precedentes; sin embargo, el proyecto fue cancelado sin previo aviso e Izquierdo interpretó que se trataba de una cuestión de género. Rivera y Siqueiros fueron dos de sus principales detractores, con argumentos tan inverosímiles como la incapacidad técnica de la artista para hacer un fresco a gran escala.
Aunque nunca fueron llevadas a cabo, la pintora realizó estudios preparatorios que dan cuenta de su intención de ubicar como tema central a las mujeres profesionistas en el desarrollo de México. En una obra que trataría sobre el progreso del país, aparecía una mujer urbanista con lo que parece ser un plano, dejando entrever la importancia de las mujeres y sus nuevos roles en la construcción del México moderno.
En 1947, María Izquierdo escribió un texto curatorial que bien puede resumir el espíritu de su obra: “Me esfuerzo para que mi pintura refleje al México auténtico que siento y amo; huyo de caer en temas anecdóticos, folklóricos y políticos porque dichos temas no tienen ni fuerza plástica, ni poética y pienso que en el mundo de la pintura, un cuadro es una ventana abierta a la imaginación humana”.
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