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Renovables sí, pero respetando la biodiversidad



La actual expansión de energías renovables supondrá, en los próximos años, la ocupación de centenares de miles de hectáreas con plantas solares y eólicas. La apuesta por las energías renovables es encomiable, pero no hay que olvidar el impacto que tiene en el paisaje y la fauna silvestre. De no cambiar el rumbo seguido hasta ahora, muchas de estas ubicaciones afectarán sin duda a especies amenazadas de gran valor ecológico, desde aves esteparias a grandes especies planeadoras (buitres, águilas, cigüeñas) y a murciélagos.

En el borrador del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) para el horizonte 2030, el Gobierno Español contempla 89 GW de energía eólica y solar fotovoltaica. Según Red Eléctrica Española, estas previsiones (a pesar de los esfuerzos del gobierno para pinchar la burbuja especulativa que se estaba creando en el mercado secundario) ya superan con creces los objetivos del PNIEC. Por ejemplo, solamente en Cataluña, a fecha 31 de Octubre de 2020, estaban funcionando o autorizados proyectos que suman 1300 MW de energía eólica y 300 MW de fotovoltaica, y contaban con permisos de acceso a la red 2000 y 3000 MW más, respectivamente. La mortalidad en parques eólicos mal planificados y construidos en áreas donde cohabitan con grandes aves planeadoras puede acarrear la muerte de miles de ejemplares y poner en riesgo sus poblaciones y los servicios ecosistémicos que proporcionan. Un ejemplo es el buitre leonado, especie que concentra el 90% de los efectivos europeos en España y de la que se estima una mortalidad anual en parques eólicos que ronda el millar de ejemplares.

Pero otras especies que pasan más desapercibidas, como los murciélagos, todavía arrojan cifras más preocupantes: un mínimo de 200.000 individuos al año. El impacto que tiene la pérdida de estas especies es muy importante porque, a estas bajas, hay que añadir la del resto de factores de mortalidad que continúan operando. Estas especies tienen de forma natural unas tasas de reproducción muy bajas, por lo que la única forma de mantener el equilibrio demográfico es reduciendo los factores de mortalidad. Hasta ahora, los sistemas que se están empleando como disuasorios de aves y murciélagos se han demostrado de dudosa efectividad. Parece por tanto que lo más efectivo es evitar ubicaciones en áreas de alta biodiversidad y realizar paradas de turbinas cuando se detecten altas mortalidades. El primer paso para garantizar la coexistencia de grandes especies planeadoras (principalmente rapaces) y las plantas eólicas consistiría en evitar el solapamiento con las zonas más frecuentadas por esas especies mediante un cartografiado basado en información técnica y científica actualizada. Los modelos de utilización del espacio por las principales especies afectadas, cruzados con los mapas de recursos renovables (sol y viento), permitirían definir las zonas más sensibles y tomar decisiones con mayor certidumbre.

Por otro lado, resulta preocupante la pérdida de hábitats de gran valor ecológico por la instalación de estas infraestructuras, como áreas agrícolas marginales o zonas de media montaña. Los proyectos fotovoltaicos pueden comprometer la viabilidad de poblaciones de aves esteparias que se encuentran ya gravemente amenazadas a nivel europeo o incluso mundial. Se da la paradoja de que estas poblaciones ocupan fundamentalmente zonas no incluidas en la Red Natura 2000, por lo que son mucho más vulnerables a la implementación de proyectos energéticos.

Conflicto de interés

La mala planificación actual es a menudo fruto de carencias en información actualizada y contrastada científicamente. Los estudios previos y los protocolos de seguimiento son habitualmente llevados a cabo por las propias empresas, a menudo con muy escasa supervisión por parte de las administraciones. Se trata de un evidente conflicto de intereses. Una gestión no precipitada y ordenada resulta necesaria para armonizar el desarrollo energético con la conservación de la biodiversidad. Un compromiso más fuerte con políticas energéticas más descentralizadas, con eficiencia, gestión de la demanda, ahorro de energía, autoconsumo y la mejora del rendimiento energético de los edificios, resulta fundamental si queremos minimizar el impacto de la transición energética sobre algunos de nuestros valores más singulares, sensibles y amenazados que, no lo olvidemos, son también fuente creciente y cada vez más primordial de riqueza para áreas rurales a través de turismo de naturaleza.


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